martes, 13 de enero de 2009

¿Porqué son los hombres quienes ejercen de manera sistemática esta violencia? Y ¿Qué pueden hacer para enfrentar esta problemática?

I La Violencia Masculina

¿Porqué escribir sobre violencia masculina?
En su estudio clásico Violencia contra la mujer: La carga oculta contra la salud, Lori Heise muestra cómo la violencia hacia las mujeres se ejerce de forma sistemática en países desarrollados, en países del Medio Oriente, de Asia y Africa, y en América Latina, donde aparecen mujeres golpeadas, mutiladas violadas, etc.. por sus parejas masculinas u otros hombres independientemente de su clase social, su raza, creencias religiosa o nacionalidad (Heise, sf: 8-12). Asimismo, en México la Dirección de Prevención de Violencia Familiar señaló que de mediados de 1998 a 1999 recibió 6,671 denuncias de violencia familiar de los cuales el 80% eran mujeres que demandaban a los hombres. Asimismo, en 1997 el Centro de Atención a la Violencia Intrafamiliar (CAVI) señala que el 86% de los casos denunciados de violencia familiar colocan a los hombres como las personas que maltran psicológica, física y sexualmente, y la Asociación para el Desarrollo Integral de Personas Violadas AC (ADIVAC) señala que durante 1999 de 643 personas que solicitaron sus servicios sólo el 9% eran hombres y en cambio el 80% de los agresores perteneciían a este sexo. (Coriac, 1999: 30).

Considero que hay dos preguntas centrales para los hombres que derivan de esta realidad: ¿Porqué son los hombres quienes ejercen de manera sistemática esta violencia? Y ¿Qué pueden hacer para enfrentar esta problemática? Para contestar la primera pregunta debemos de reflexionar sobre la forma en los hombres llegan a ser hombres, esto es la masculinidad. Los primeros estudios sobre la masculinidad surgieron desde la antropología, y señalan que los hombres deben de llegar a construirse como “varones omnipresentes” que preñan, protegen y proveen a través de ritos de la masculinidad. Para estos estudios los hombres tienen una virilidad heróica que se gana y demuestra en ritos donde hay mucha violencia. Después de ello los hombres pueden arriesgar la vida en pos de la sociedad (Gilmore, 1994: 217-218). Si bien esta visión contribuye a ubicar el objeto de estudio: ¿Qué significa ser hombre? no recoge la problemática del poder. Esa es la crítica del feminismo, que señala que la perspectiva antropológica “oscurece el conflicto” y no dice nada de los aspectos abusivos y ofensivos de la masculinidad (Burin y Meler, 2000: 102).

Es la corriente del “feminismo radical” la que coloca a la violencia contra las mujeres como el eje de su reflexión, y señala que existen experiencias de opresión y dominación sobre las mujeres a través de la organización social e institucional llamado patriarcado (Madoo y Niebrugge en en Ritzer, 1993: 388).[1] Posteriormente, hombres feministas retoman esta idea y señalan que son la crisis del poder masculino y la experiencia emocional de los hombres el eje principal para explicar la violencia hacia las mujeres. De esta forma, Robert Connell señala que la masculinidad debe entenderse como prácticas que realizan hombres (o mujeres) que “comprometen” sus cuerpos a una cultura que produce y reproduce relaciones “masculinas” mundiales –globales-- de violencia, trabajo, sexualidad y auto-interpretación. En ellas la dominación se da de hombres hacia mujeres y entre hombres por medio de la reproducción, el poder, la catexis y la simbolización (Connell en Valdés y Olavarría, 1997: 35 y Connell en Valdés y Olavarría, 1998: 80-86). Por otro lado, Kaufman señala que los hombres tienen un “nexo” con la masculinidad hegeménica que les brinda beneficios y privilegios. Para él esta relación demanda suprimir las emociones y necesidades de los hombres, y por ello el poder de la masculinidad dominante se convierte en fuente de “enorme dolor” para los hombres (Kaufman en Valdés y Olavarría, 1997: 70).[2] En este mismo sentido Victor Seidler comenta que el poder de los hombres también surge del mismo proceso en que ellos asimilaron su rol: los hombres como seres racionales que tienen el poder y el control. En lugar de eso, las mujeres asumen como su rol la responsabilidad de la vida emocional de los hombres --y la sociedad--. De esta forma, para Seidler los hombres culpan a las mujeres por sus fracasos y guardan silencio sobre lo que sienten ante ellos. Los hombres se retraén emocionalmente con un “silencio amenazador” como una forma de poder (Seidler, 2000: 300). Finalmente, Gregory Lehene señala que los hombres controlan a otros hombres para mantener el rol masculino, y debido a ello surgen fuertes experiencias homofóbicas entre ellos.[3]

De esta forma, si bien es cierto que esta violencia es el sustento para un modelo de masculinidad dominante, que brinda posiciones de dominación y privilegio a la mayoría de los hombres que tienen determinadas características de raza, cultura, clase, edad, etc, y que les brinda esta jerarquía sobre las mujeres y sobre otros hombres de otros grupos sociales. También es importante reconocer que con esta forma de dominación masculina genera costos para los hombres, que se traducen en situaciones de malestar y dolor para los propios hombres adultos y para quienes están cerca de ellos (niños/as y mujeres adultas). La violencia doméstica conlleva también la represión de emociones, la distancia afectiva y la soledad para los hombres, así como la negación de la afectividad y de la vulnerabilidad ha hecho de las adicciones un grave problema entre los hombres mexicanos, sobre todo el alcoholismo. De igual manera, vivimos en una cultura que no promueve el autocuidado y, por el contrario, fomenta y reconoce la audacia y las conductas de riesgo como parte fundamental de la masculinidad, lo cual ocasiona la muerte de cientos de hombres cada año; por ejemplo en los accidentes de tránsito, los accidentes en el trabajo y las muertes violentas. Todo esto refleja de qué manera la desigualdad sexual afecta considerablemente a los hombres, su integridad y su calidad de vida.

Tanto por la violencia hacia las mujeres, como por la violencia que también genera la dominación masculina hacia los propios hombres, continuamos desarrollado en Hombres por la Equidad grupos de reflexión para hombres donde atendemos con el Programa de Hombres Renunciando a su Violencia que en su momento creamos desde el colectivo de Hombres por Relaciones Igualitarias, AC[4]. Este es un modelo de intervención que tenemos aplicando desde aproximadamente 8 años a grupos de hombres que asisten a nuestras instalaciones. Tiene 3 niveles, y tiene como objetivo que los hombres hagan un compromiso de trabajo con la no violencia en el hogar. En él participan varones que asisten una vez por semana durante aproximadamente 25 sesiones por nivel, con el fin de aprender técnicas que refuercen su compromiso de no violencia en las negociaciones con su pareja. Estos varones tienen en su mayoría entre 25 y 55 años, son de clase media, baja y alta, saben leer y escribir, en su gran mayoría tienen hijos/as, y aproximadamente de cada 10 que dicen que tienen trabajo hay 2 que tiene na situación inestable. Asimismo, la gran mayoría no tiene problemas de alcohol o alguna adicción, pero en todos los casos manifiestan problemas de salud sin atender, problemas emocionales con su pareja y sus hijos/as, así como falta de amigos y aislamiento; y en muchos casos desánimo o falta de interés por su proyecto inmediato de vida.

¿Qué hemos aprendido al implementar este modelo? A continuación veremos tres aspectos: por una parte reflexionaremos sobre algunos problemas que hemos hallado para la reproducción del modelo. Esto es, ha habido instituciones públicas y organizaciones civiles que han recibido capacitación para implementarlo, pero al hacerlo tanto los hombres capacitados como las mismas instituciones se han encontrado con problemáticas para implementar o al implementar la atención, veremos tanto algunos problemas de los hombres, como de las instituciones que han implementado este trabajo. Por otra parte veremos algunas problemáticas que hemos tenido con los facilitadores una vez implementado el modelo, tanto a nivel de organización como de trabajo personal. Y cómo todo esto influye para el adecuado desempeño de la atención.
[1] A partir de esta propuesta, otras corrientes como el feminismo psicoanalítico, el marxista, el socialista y denominado de la tercera ola han incluido este eje de reflexión en sus trabajos enriqueciéndolos desde sus perpsectivas.
[2] De hecho, este dolor se perpetúa con la alienación y opresión de los hombres, y ello se manifiesta en un “triada de la violencia masculina”. Esta señala que la violencia siempre se realiza en tres dimensiones: hacia otros hombres, otras mujeres y contra sí mismos (Kaufman, 1989: 21)
[3] La homofobia «...son actos usados por sociedades e individuos para forzar una conformidad social en torno a los roles tradicionales de los hombres, y mantener de esa forma el control social» (Lehne, Gregory K. en Kimmel y Messner, 1995: 332).
[4] Organización Civil pionera desde 1993 en impulsar el tema de masculinidad y violencia masculina, pero que desapareció en junio del 2006. Para mayor información se puede ver www.coriac.org.mx

Roberto Garda

Director de Hombres por la Equidad. Centro de Intervención con Hombres e Investigación sobre Género y Masculinidades, AC correo electrónico rgarda@hombresporlaequidad.org.mx

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