El otro día, en una entrada de este blog, comenté, refiriéndome a las políticas de igualdad de género, la necesidad de la incorporación de los hombres a la lucha de los movimientos feministas. Sin restar un ápice el protagonismo a éstos, consideraba en aquel pequeño opúsculo que era el momento de la incorporación decidida del hombre en la lucha por la igualdad. Como varios compañeros, compañeras, amigos y amigas me han pedido que amplíe mis comentarios, o mejor, mis ideas sobre este tema, pues sin pretender profundizar en un tema que desconozco, y sin contar con la ayuda de una persona que hasta hace poco me proporcionaba opiniones válidas sobre el feminismo, me aventuro a escribir estas cositas, con las que imagino muchos y muchas estarán en absoluto desacuerdo, desde la perspectiva feminista. Aprovecho varios artículos encontrados en la red que me han servido para tomar posición clara.
En primer lugar, observo cada vez más que en todos los foros, congresos, encuentros, etc., en los que se aborda la igualdad de género, es cada vez más frecuente la participación de los hombres, hecho que las propias mujeres ven como algo positivo. Si el foro, además, trata de problemas comunes como la conciliación de la vida laboral y familiar, el trabajo doméstico, etc., entonces incluso la participación masculina es promovida desde los propios movimientos feministas.
Aquí además tenemos que reconocer y agradecer la enorme contribución que la propia normalización que la homosexualidad ha impulsado y modificado la mentalidad masculina, al cuestionar el concepto de “normalidad” y los “modelos familiares”.
La igualdad de género es una reivindicación de la izquierda progresista, pero todavía tenemos que recordar que en muchos partidos de la izquierda de la transición democrática no era recogida como una prioridad en sus programas; no tenemos que apuntar que la enorme mayoría de los dirigentes políticos de esos partidos eran hombres, que veían como lógico que la reivindicación feminista fuera “cosa de mujeres” despreocupándose de la materia.
Actualmente, ningún movimiento feminista discute la necesidad e importancia de implicar al colectivo masculino, y la queja es la contraria, la actitud pasiva o lentitud en el cambio de los hombres. Porque que el colectivo de hombres se implique en un rechazo a la violencia y los asesinatos masculinos contra las mujeres entra dentro de la considerado “políticamente correcto”. Es necesario además que esos hombres “profeministas” actúen contribuyendo a la lucha contra la igualdad intentando convencer a otros hombres de lo injusto de una situación de desigualdad, y que el gran enemigo de los movimientos feministas no es el hombre, sino el machismo y una sociedad y una educación impregnada de los valores más detestables.
La implicación de los hombres es también necesaria porque, como dice la famosa frase, “si somos parte del problema, somos parte de la solución”. Porque la desigualdad de género está relacionada con la identidad masculina tradicional. Porque los hombres, la gran mayoría, incluso los más concienciados, siguen participando de prácticas sexistas que reproducen relaciones de desigualdad.
Porque la injusticia de género sólo se acabará cuando los hombres se unan a las mujeres de los movimientos feministas para ponerle fin. Esa participación sólo será aplaudible siempre que no cuestione el liderazgo de las mujeres y si no amenaza los recursos, programas y objetivos de los movimientos feministas, y, lógicamente, sin disputar la necesidad de espacios exclusivos de mujeres, centrados en las mujeres.
La parte más complicada de este cambio y esa incorporación del hombre a la lucha por la igualdad de género radica en lo que algunos expertos llaman la “deconstrucción de la masculinidad tradicional”, así como en hacer entender a los sectores más conservadores que el cambio implica también un importante beneficio para los hombres. Es decir, los cambios más complicados son aquellos que entran dentro del ámbito educativo y evolutivo.
En todo caso, la incorporación de los hombres a las iniciativas de género no debe frenar nunca – y podría ser el gran peligro – el ímpetu por la igualdad de las mujeres, que debe seguir siendo el eje central.
La participación de los hombres “profeministas” en los programas por la Igualdad de Género, a mi modesto padecer, deber ir dirigida, fundamentalmente:
1) Difundir las ideas igualitarias entre su propio género.
2) Apoyar los discursos inequívocamente solidarios con las reivindicaciones de las mujeres, invitándose a asumir sus responsabilidades compartidas, tanto en los espacios públicos como en los privados.
3) Promover la participación de los hombres en el abordaje de problemáticas específicamente masculinas relacionadas con la salud, la responsabilidad reproductiva y profiláctica, la paternidad, la autonomía en lo doméstico, la violencia, la solución de conflictos, la competitividad, la amistad entre varones, la homofobia, la atrofia emocional y el impulso de formas no sexistas de organización.
Por tanto, es necesario el impulso del movimiento de hombres igualitarios, un hijo “natural” del feminismo, que ha de tener en su desarrollo entera libertad para definir sus objetivos y el contenido de sus reivindicaciones. La organización de los hombres en torno a esas reivindicaciones feministas impulsadas por los hombres es primordial.
Se necesita seguir profundizando en las ventajas que tiene para los hombres cuestionar el modelo masculino tradicional en sus prácticas cotidianas como la mejor forma de impulsar un proyecto de concienciación y organización, apoyado que no tutelado por el movimiento de mujeres.
Un movimiento que contribuya con su trabajo y sus propuestas a la implementación de políticas de igualdad con apartados diseñados por hombres y dirigidos a ellos.
Una política integral desde la perspectiva de género puede seguir soñándose, pero sin la implicación masculina no será un sueño compartido.
Publicado por Luis Alejandro Beltri Baudet
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