Escribir sobre masculinidades, en un principio, implica escribir sobre mi ser hombre. Parece una verdad de Perogrullo, no lo es, pues yo no soy todos los hombres, sin embargo el decir todos los hombres me incluye como singularidad, como parte de ese nombrar.
Somos lenguaje, y en ese decir, escribir sobre este proceso de hacerse hombre, a mi entender, implica recorrer el dolor y el gozo que ello implica, dolor por lo que he pasado hasta llegar aquí, gozo por el camino allanado hacia la diversidad de haceres, pensares y sentires que hoy registro.
No nací de un repollo, soy natura-cultura, vengo del vocablo latino vir varón de una serie de palabras que me atañen como virilidad, viril, pero también del latín varonis fuerte, esforzado, otorgándome el lugar del cazador, del guerrero, del combatiente que como el Aquiles de la Grecia antigua debía demostrar valor, fuerza y coraje. Vir me guía hacia triunvirato, compuesto por tres «varones» que gobernaban: Julio César, Cayo Craso y Pompeyo.
Devengo de Andro, las palabras compuestas por el prefijo andro- me reverencian como masculino: andropausia, androfobia, andrógeno (hormona; literalmente significa 'Cada una de las hormonas que inducen la aparición de los caracteres sexuales secundarios masculinos'), andrógino, androide, etcétera. He sido educado en ese devenir-centro histórico, cultural, recurrente de generación en generación, naturalizado, sin cuentas en contra, soy el centro de lo que sucede en mi carácter de hombre al fin.
Somos lenguaje, y en ese decir, escribir sobre este proceso de hacerse hombre, a mi entender, implica recorrer el dolor y el gozo que ello implica, dolor por lo que he pasado hasta llegar aquí, gozo por el camino allanado hacia la diversidad de haceres, pensares y sentires que hoy registro.
No nací de un repollo, soy natura-cultura, vengo del vocablo latino vir varón de una serie de palabras que me atañen como virilidad, viril, pero también del latín varonis fuerte, esforzado, otorgándome el lugar del cazador, del guerrero, del combatiente que como el Aquiles de la Grecia antigua debía demostrar valor, fuerza y coraje. Vir me guía hacia triunvirato, compuesto por tres «varones» que gobernaban: Julio César, Cayo Craso y Pompeyo.
Devengo de Andro, las palabras compuestas por el prefijo andro- me reverencian como masculino: andropausia, androfobia, andrógeno (hormona; literalmente significa 'Cada una de las hormonas que inducen la aparición de los caracteres sexuales secundarios masculinos'), andrógino, androide, etcétera. He sido educado en ese devenir-centro histórico, cultural, recurrente de generación en generación, naturalizado, sin cuentas en contra, soy el centro de lo que sucede en mi carácter de hombre al fin.
Sin embargo esas distinciones , en el mundo de hoy, sólo consolidan el dominio de lo masculino sobre lo demás, no sólo sobre las mujeres, sino sobre otros hombres. Rotación y traslación los movimientos de la tierra , son los que guian mi virar hacia formas mas igualitarias y equitativas de ampliar lo masculino, hacia masculinidades que intreguen mi deseo, mi pensar, y mi hacer con otros/as y entre otros/as.
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