Anna Lladó entrevista a Miguel Lorente
Es la máxima autoridad estatal en lo que a violencia de género se refiere. Miguel Lorente (Almería, 1962), delegado del Gobierno en estas lides, dibuja los miedos de los hombres que obstaculizan el alcance de una igualdad real entre sexos. Las claves, en Los nuevos hombres nuevos (Destino).
¿Cómo es el "nuevo hombre nuevo" del que habla?
Son la manifestación actualizada para seguir teniendo el poder. Les falta ser críticos con su posición sobre la mujer, ser parte de una nueva realidad y entender que la igualdad nova en contra de los hombres.
¿De dónde nace ese pavor a alcanzar una igualdad real?
Siempre ha existido. Hay hombres que ven cuestionadas sus referencias, y tienen miedo a perder poder y a asumir más responsabilidades en temas domésticos y familiares.
Dice que estamos en el pos-machismo. ¿Eso significa que el machismo está superado?
El posmachimo aparece cuando se cree que la igualdad ya está conseguida, que las mujeres usan el argumento de la desigualdad para beneficiarse. Es una posición más intelectual que el machismo pero con la misma esencia.
¿Qué papel deben desempeñaren la lucha contra la violencia de género?
Un papel decisivo y activo. Ya no vale decir: "Yo no soy violento". Hay que romper con la idea de que esto es un problema de mujeres y que los que asesinan son 70 chalados.
Y las mujeres, ¿tienen alguna responsabilidad?
No es de las mujeres, sino de la cultura. Ésta ha integrado la violencia de género en la normalidad, pero no permitiríamos un bofetón del jefe o del vecino. Cambiarlo pasa por la educación y la información.
Distinta pena en función del género. ¿La leyes injusta?
No. Es una violencia con un contexto y unos objetivos distintos. La de género pretende dominar, imponer. Se agrava la pena a las acciones que quieren perdurar con esta intención.
Las cifras de víctimas no cesan. ¿Qué está fallando?
Las respuestas institucionales mejoran: hay más mujeres protegidas, y también más mujeres que denuncian. Pero falta conciencia crítica frente a la violencia, y se deja demasiado espacio para que el agresor tenga control y luego actúe.
¿Podemos ser optimistas?
Yo lo soy. El optimismo tiene que ser con compromiso. Hemos conseguido acciones irrenunciables y somos conscientes del beneficio de la igualdad.
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